Capsa metàl·lica rodona pel transport d’aliments, amb tapadora i tancaments laterals.
“El viaje me daba pánico.Nunca había salido de mi pueblo, tenía 21 años, era el año 54. Entonces a esa edad éramos aún muy niñas, no sabíamos nada. Yo casi no sabía ni leer. Había necesitado un permiso escrito de mi padre para poder viajar. Un párroco amigo de la familia lo había organizado todo. Me habían encontrado un trabajo de interna en casa de unos señores de Barcelona. Y allí que me vi subida a un tren sola y muerta del miedo. Mi madre me había preparado una fiambrera con una tortilla de patata y unos trozos de lomo frito con pimientos, ¡un menjar para la época! La llevaba guardada en el bolso de mano con un trozo de pan envuelto en una servilleta de cuadros. Lo recuerdo como si fuera ahora mismo, estaba tíbia y se mantuvo así todo el viaje, sobre mis rodillas, pero ni la abrí. Pasé las 22 horas hasta llegar a Barcelona sin probar bocado. Me sentía revuelta con ganar de arrojar todo el tiempo y la olor de la comida de los otros viajeros en el compartimento del tren me revolvía aún más. Guardo esa fiambrera y esa servilleta y no sé por qué. Y cuando la veo recuerdo ese primer viaje y todas las sensaciones de angustias que me acompañaron. Luego hubieron otros viajes al pueblo y de vuelta… Viajes felices de vacaciones a ver a la familia y de vuelta contenta por volver a la rutina, a la vida del barrio y las vecinas… pero cuando veo esa fiambrera solo recuerdo “mal cuerpo” de ese primer viaje.”
De Molina de Mazarrón a Barcelona
