COL·LECCIÓ MIGRANT (MHIC)
Fotografies de ciutats
DADES TÈCNIQUES
Num. de Registre-
Dimensions15 x 10 cm
DatacióPrimera meitat del s. XXI
Colorsvaris
Material / Tècnicafotografia analògica i digital
Descripció

Fotografies del paisatge urbà de l’Havana i de Barcelona.

Testimonis

“Desde mi llegada y hasta el momento había logrado hacer una cajita de recuerdos donde la similitud de mis dos ciudades era destacada, no sé si de manera inconsciente, lo cierto es que durante mucho tiempo mi trabajo de fotógrafa, estuvo centrado en rincones mágicos que me recordaban mi preciosa ciudad y me hablaban con nostalgia.

Una persona me dijo una vez, algún tiempo después de llegar, que cuando uno emigra llega buscando los lugares amados que ha dejado atrás y termina por encontrarlos en el sitio de acogida, entonces caí en la cuenta de que en Barcelona había descubierto los lugares más hermosos y queridos de mi pequeña Habana.

Al llegar traía muchos sueños, unos se han hecho realidad, otros no del todo, aun así puedo decir que he conseguido muchas de las cosas que me he propuesto, que otras han ido apareciendo con el fluir de la vida, del tiempo y han servido para enriquecerme como persona, para endurecerme sin perder la bondad ni la ternura, he crecido y madurado en esta ciudad que amo tanto como a la mía y a la que le debo el amor de todas las personas con las que he caminado por ella, y el valor de todas las cosas que he conseguido en estos últimos 18 años en los que he ido construyendo una vida como persona inmigrante, y le estoy por todo esto muy agradecida.

Las añoranzas son muchas, desearía volver a abrazar a mi hermana, a mi sobrina mayor y conocer a la pequeña para contarle cuánto se parece a su mamá cuando era niña, añoro los consejos de madre y sus manos cepillándome el cabello, el olor de mi patio, caminar por las calles de mi ciudad, las puestas de sol vistas desde el malecón y esperar después de verla a que suene el cañonazo de las 9; añoro los amigos de infancia, los que están y los que ya no estarán para hablar de los recuerdos, cuando uno se va y falta durante tanto tiempo pierde muchas cosas, pero sobre todo, corre el riesgo de perder a personas queridas que ya no podrán esperarnos a la vuelta para charlar sobre las cosas vividas y los viejos tiempos, nada es como era, ya no son las mismas calles, ya no es la misma gente y eso no lo podemos cambiar.”

Si alguna vez viviste lejos de tu tierra y de tu gente, sabrás de lo que escribo, la nostalgia es ese estado que llega una vez que has partido, viene, se sienta, te abraza y ya nunca se marcha, se convierte en acompañante y no desaparece, ¡ya no se va más!, permanece para siempre, se esconde muy adentro pero aflora en forma de lágrima cuando escuchas una canción, tu acento en un recién llegado, palabras que una vez usaste, cuando ves una calle, un paisaje… y aunque “siempre”, al igual que “nunca”, sea una palabra inmensa no importa, igual de inmensa se vuelve la nostalgia y desde luego, nada tiene que ver con el regreso si es que lo hubiera porque ya no será lo mismo, habrán pasado los años, y con ellos muchas cosas, gente querida que no está o anda dispersa, las calles serán otras, la vida será otra y tú también habrás cambiado, serás otro y habrás conseguido sobrevivir a la distancia con buenos amigos nuevos en las calles de tu nueva ciudad y aprenderás a caminar de la mano con las añoranzas, los recuerdos y las nostalgias sin perder el optimismo, el buen humor, la felicidad y siempre tendrás las fotos de entonces para mirar y recordar tus lugares de antaño además de los rincones de ahora donde sentarte a tomar un café, conversar y soñar con el futuro.

Niolvis Izquierdo (fotógrafa). Soy cubana, nacida en Ciudad de La Habana hace 50 años y fue de ahí de donde partí un 13 de febrero del año 2000 hacia Barcelona.

Mi sencillo equipaje llegó lleno del olor a azahar de nuestro patio, a café recién colado en las mañanas, del aroma a tabaco negro y del trinar de los sinsontes. Llegaron también atesorados los poemas de mi infancia, con Martí y Guillén llenando de poesía mi corazón y con los sentidos inundados de los sabores y olores de mi casa.

Cámara en ristre, salí a caminar la ciudad nueva que me recibía con los brazos abiertos y llena de tesoros arquitectónicos, como la otra, pero con aromas y sabores nuevos, diferentes, los mismos que después de tanto tiempo he conseguido hacer también míos. Aquí aprendí que la familia no siempre es la de la sangre, que un amigo puede llegar a ser un hermano más allá del idioma, la religión o el color de la piel.

Crié a mi hijo, también cubano, lo ví crecer y convertirse en un hombre maravilloso en valores humanos, traje al mundo a un segundo hijo también maravilloso y lo veo crecer cada día con valores nuevos pero igual de humanos y válidos que los de mi tierra querida.

No puedo quejarme, soy una mujer afortunada de tenerlos y de haber encontrado, además, el amor en esta preciosa ciudad.

De l’Havana a Barcelona